30/6/20

EL DOLOR POR EL ATEÍSMO

El dolor por el ateísmo como fuente de inspiración en la obra poética de Rafael Matesanz Martín


El 17 de octubre de 2019 se presentó una comunicación sobre Rafael Matesanz en el III Congreso Internacional de Autores en busca de Autor, en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense. Aquí va un resumen de la misma.

En la conferencia que Rafael Matesanz pronunció en Cuellar, provincia de Segovia, el 16 de junio de 1972 titulada Fuente de inspiración en mi obra poética, mostró las cuatro partes en que dividía su extensa obra literaria. La primera a nivel de vivencia existencial es la de este artículo: dolor por el ateísmo teórico y práctico de ciertos sectores de nuestro mundo, que me obliga a hablar.



Después de enumerar las otras tres partes, Matemal endémico, como realidad que se muestra con descaro, máxima degradación humana ya que lo que hace grande y trascendente al hombre es su amistad con Dios. El ateo, dirá, yerra de modo espantoso, afrenta la inteligencia y sensibilidad, da lástima aunque no por ello deba ser maltratado.

 Don Rafael ve incongruencia en el ateo que pretende hacer justicia, siendo injusto con Quien le ha llamado a la existencia, le mantiene en ella, y le quiere hacer feliz eternamente. El ateísmo, por lo que es, y por la relación amistosa del poeta con los que lo profesan, es la espina más dolorosa que se le ha clavado.


Rafael Matesanz en la mencionada conferencia señala que sus poesías con esta temática se encuentran en la primera parte de su libro Esta luz, compuesto por 23 poemas de verso libre, que se cierra con un soneto. Esta obra se abre con una confidencia en la que califica a  la centuria pasada de triste siglo de Dios silenciado. Describe la oscuridad del ateísmo para que sintamos dolor por este fenómeno, llama a la acción de los hombres, especialmente de los poetas y su palabra, y termina comunicando desde el amor sus certezas.

En la aludida conferencia, Matesanz leyó dos poemas titulados: Cierto peso de luz, y A un hombre anciano, ateo y enfermo.

En Cierto peso de luz, Rafael Matesanz aparece como hermano sacerdote del hombre ateo, experimentando el don de la luz de Dios, y al mismo tiempo dolor por su ausencia en la vida del descreído: “sentir amor, sentirte manantial del amor y dolerme los huesos del hombre que se ahoga en el polvo, en la noche”.

Esa luz la identifica con tener certezas, con color para los ojos, llovizna para la fiebre, eterna juventud, manantial de amor, y llama limpia. Para Matesanz la ausencia de luz es como el polvo, la noche, agua enfangada, angustia, opacidad, mudez, frío, soledad, ignorancia, muerte intempestiva, ingratitud, desesperanza, turbiedad, hambre. Como consecuencia a esa ausencia de luz, la vivencia, de nuestro poeta- sacerdote, le lleva a hablar, a sentir aflicción, a escuchar el llanto de los ateos, a experimentar el peso del amor de Dios rechazado, a quedar salpicado por la sangre de las heridas de hermanos muy queridos.

 En A un hombre anciano, ateo y enfermo contempla en este hermano cansancio, angustia, vacío, temor, llanto, soledad, frío, hedor, flagelo. Le invita a escuchar que tiene alma, y le absuelve del miedo. 

Otro poema sobre el ateísmo recogido en Esta luz lo titula La casa vacía. Declara fingimiento en el que profesando la inexistencia de Dios presume de poseer un cálido hogar. Dios, llamado el Existente, el Inquilino, molestaría al que no quiere rivalidad en la posesión de su vivienda, pero el precio es muy alto: soledad, cerrazón (casa sin ventanas, sin puertas, sin palabras y sin luz), silencio.

Rafael Matesanz intenta que los ateos se abran a la luz divina por amor a sus hijos, a los pequeños, y su derecho a la esperanza. En Polvo de ateísmo reta a quienes presumen de racionalidad: ¿qué es más razonable, hacerse opacos de materia inexplicablemente existente, o iluminarse a la luz explicablemente indefinible. Califica el polvo que levantan de raquitismo intelectual y de orgullo.

El ser humano tantas veces se muestra rebelde, usa mal el gran don de la libertad, construyendo su propia cárcel. En el poema Autocárcel describe con una imagen bellísima su triste suerte: techando su cielo, tierra a tierra, para cobijo oscuro de su angustia con derecho a llamarse triste huérfano, mientras la luz paterna en el tejado se quiebra sobre el frío de las tejas.

Debieran callar los argumentos del ateo: que nadie justifique penumbras en el alba: el amor está escrito en el rostro del niño, en la forma espontánea de una madre cualquiera, en el surco que ofrece cimientos a la espiga, en la senda campestre, en la hierba, en el árbol, en la arena de la playa que acaricia la piel. Insiste nuestro poeta de la sierra en el polvo del ateísmo frente a la luz con un logrado juego de palabras: polvo muerto a lo vivo, vivo a todo lo muerto.

Su dolor por el ateísmo se remarca en los tres poemas que titula Ausentes de Dios. Un dolor expresado como dolor de sangre, dolor fraterno, peso en los huesos. ¿Por qué le duele?: por su vacío de misterio, por su esclavitud a lo sensual, por sus heridas, soledad orfandad, ingratitud, rebeldía, orgullo, avaricia de la nada, egoísmo, absurdo existencial, falta de diálogo, cerrazón. Matesanz, como hombre de fe, recuerda que Dios se hace presente en  el beso de la flor a las pupilas limpias, en el manso galope de las montañas, en el viento con preñez jubilosa de montañas que acaricia sus sienes.

Quiere que sus hermanos ateos cambien, y no se cansa, al modo divino, de golpear, aunque le sangren los nudillos, en su puerta. Sin dejar de ser atalaya, como los campanarios:  Estas calladas torres, sus campanas/ velan sobre tus pueblos contra el frío/del cierzo ateo que congela sueños,/tus sueños, tu sustancia teológica,/verdad sobre las yertas realidades/  en el límite corto del sentido (Campanas, poema inédito ).

Encontré un soneto inédito de Rafael Matesanz escrito a máquina titulado El primer ateo. En este poema el poeta  asocia a este fenómeno la noche, y con ella la oscuridad, el silencio de las flores, el apagón de las nubes y de los aires encendidos. Junto a ello, ruidos confusos, gemidos, pájaros del alma espantados, delirio, corazón sangrante, afonía para el canto. El resultado son hombres resignados, esclavos, rendidos a la nada.

En Hijos de la noche fría, uno de sus 35 sonetos de su obra de 1983 Segovia, Hogar con Madre dice: Desearíamos sobre todo, que percibieran, como nosotros percibimos, la cercanía de Dios en su Palabra encarnada. Palabra nacida de algo nuestro: la más sencilla, encantadora y agradecida criatura: María. En la Navidad de 1980 asoció al cuidado de la Virgen a los que no tienen fe con estos versos: Paloma de la Paz, Virgen María/ que al Hijo de Dios reciente nos enseñas/ y, en materno desvelo, vives, sueñas/ con otros hijos de la noche fría.

Hijo del siglo XX, Rafael Matesanz, fue testigo del ateísmo como sacerdote, como profesor tantos años en un instituto de segunda enseñanza. No fue para él algo teórico, sino realidad encarnada en personas concretas a las que quería ayudar. Como hombre enamorado de Dios, era golpeado por la ingratitud de los hombres, sus hermanos.  Entendemos su gran dolor, y su acción desde la fuerza de la palabra en el diálogo personal, en sus clases y en sus escritos. El ateísmo, una de las cuatro fuentes de  inspiración en la obra poética de Rafael Matesanz Martín, realidad contemporánea y de gran actualidad.

José- Miguel Espinosa Sarmiento