Son
conocidos los sonetos que D. Rafael escribió en esos 36 días que estuvo
ingresado en el Hospital de la Misericordia aquejado de una enfermedad mortal,
que vivió ejemplarmente. Fue acompañado, y especialmente apoyado por su amigo y
compañero en la parroquia de la Santísima Trinidad, D. Tomás Ruano, y visitado
por multitud de personas a las que alentaba y sonreía.
Ocupaba
una de las habitaciones de las actuales consultas que miran a la Alameda, la
habitación 7, en la que pudo celebrar su última Santa Misa el día 23 de
diciembre en el 38 aniversario de su ordenación sacerdotal. Pudo leer el
evangelio y pronunciar la homilía en la que agradeció su vocación sacerdotal, y
pidió por las vocaciones, la Iglesia y el Papa. Había tenido que dejar de atender no sólo la
parroquia, sino su capellanía del monasterio de San Vicente el Real.
Hasta
once días antes de fallecer tuvo fuerzas para seguir componiendo poesía: el
soneto Enfermo el 28 de noviembre, y
los restantes sonetos En tus manos; Ya
voy;
Buscaré tu rostro, Señor; No me lloréis amigos, los días 6, 9, 15 y 20 de diciembre respectivamente.
En ellos aparece la enfermedad como rotura, decadencia, llanto, derrota, bancarrota, cruz, dolor. Su diálogo con Dios le lleva a centrarse en Él, sentir mejor su presencia, aceptar el designio divino, pedirle fortaleza, buscar su rostro, darle gracias. También se muestra como un balance de su vida: le consagró sus primaveras, se sabe prendido en sus hogueras de amor, sembró cariño a Dios, espera alcanzar la locura de amor divino que estuvo buscando.
En ellos aparece la enfermedad como rotura, decadencia, llanto, derrota, bancarrota, cruz, dolor. Su diálogo con Dios le lleva a centrarse en Él, sentir mejor su presencia, aceptar el designio divino, pedirle fortaleza, buscar su rostro, darle gracias. También se muestra como un balance de su vida: le consagró sus primaveras, se sabe prendido en sus hogueras de amor, sembró cariño a Dios, espera alcanzar la locura de amor divino que estuvo buscando.
Hemos
encontrado un folio manuscrito de D. Rafael sin título (le hemos dado el de Esta
verdad, por ser su comienzo) y con correcciones, con 2 cuartetos y 4
tercetos, que bien pudo escribir en el hospital, como puede comprobar el
lector: Estar curado, porque solamente/
tiene salud el hombre cuando cura/ en las mil dimensiones del encuentro/ Cúrame
tu, Señor, besa mi frente, prende mi corazón en esa llama/ que eres Tú mismo,
Manantial y Centro.
Al
amanecer del viernes 31 de diciembre entregó su alma a Dios. La Misa de corpore in sepulto tuvo lugar en la
iglesia de San Martín el lunes 3 de enero presidida por el entonces obispo de
Segovia D. Luis Gutiérrez Martín, acompañado por el presbiterio de la diócesis,
religiosos, y gran número de amigos y conocidos. Entre los cantos no faltó
aquel poema de san Juan de la Cruz, patrono de poetas al que dedicó varios
poemas, ¡Qué bien sé yo la fonte que mana
y corre aunque es de noche!.
Sus
restos mortales descansan en el cementerio del Santo Ángel de Segovia. Quiso merecer este epitafio: Su tiempo siempre fue
Navidad;/ sus pasos, apertura de caminos; su mirada, sembradura de sonrisas; su
corazón, hogar de la PALABRA. A modo de testamento escribió en su
último soneto: Hemos de ser perenne
primavera/ que recibe al Amor, tres veces santo/ Dios es Amor ¡sabéis! Y tanto,
tanto, / que cata el árbol y lo recupera.
José- Miguel Espinosa Sarmiento