COMER A DIOS
en mi sangre de hombre bien tratado.
Te siembras en mi surco roturado
por asombros de luz con agonías.
Y besas mis entrañas. Tallarías
tu forma en mí, Tu ser enamorado
para mejor robarme y bien robado
nutrirme perennes alegrías.
Tu beso- comunión me purifica
de sombras y de miedos. Me renueva
con gozo de cariño confidente.
Bebo tu sangre, Dios, y me salpica
el vuelo de la cruz que toma y lleva
mi corazón arcangeladamente.