para curar, llagado, las llagas de los hombres!
¡Oh Señor Jesucristo, que clavas tus amores
en el vuelo perenne de la Cruz Redentora!
¡Oh Señor, que te inmolas como trigo inocente
para ser alimento que nutre nuestras vidas!
He de morir Contigo en mis muertes diarias
para vivir Contigo y encender otras vidas.
Iré desocupando mis desvanes oscuros
de todo cuanto impide que habites en mi alma.
Alumbraré las horas de mi sangre Contigo
para ser tu testigo de cristal transparente.
Sé Tú, desde mis labios, el verso de las flores.
Sé Tú, desde mis ansias, el vuelo de las aves.
Sé Tú, desde mi nada, el Todo que consuma
la esperanza del hombre herido de cansancio.
Conviérteme, Señor, a la sonrisa franca
que me haga mensajero de tu cariño humano.
Compárteme sembrando mi labor cotidiana
como semilla oculta en surcos de trabajo.
Despójame de aquello que me impide ser pobre.
Dóname en el esfuerzo de la pronta obediencia
que salva la unidad y la vida hogareña.
Inmólame cantando en la renuncia fértil
de hacerme por el Reino corazón indiviso.
Sólo Contigo puedo intercomunicarme
transfigurando al hombre y al mundo que me envuelve.
Sólo Contigo hallo motivo a la existencia.
Contigo resucito del dolor y de la muerte.
Contigo se liberan palomas en mi alma.
Contigo las estrellas sonríen en mi noche.
Contigo viven niños señalando tus ojos.
Gracias, Jesús, Dios mío. Te alaba mi pobreza.
Mi corazón Te canta con júbilo creciente
porque, sin merecerlo, me guardas a tu lado.