Que nadie me arrebate la alegría.
Que mi querer se inmole cada día
sin gustar ni su “cómo” ni su “cuanto”.
Que ponga paz y gozo en el quebranto.
Que ayude a superar la travesía.
Que regale la luz de mi bujía
alejando fantasmas del espanto.
Ni yo quiero saber lo que te quiero;
quiero solo quererte por entero
sin guardar para mí mínima parte.
Así vivir, así esperar la muerte.
Esto pido, Señor, esta es la suerte
que quiero que me des: tan solo amarte.