PRÁDENA DE MIS RAÍCES
todo en él me habla de Ti:
los enebros monjes del
bosque,
fieles siempre a su oración
sálmica de silencio verdeoscuro
y a su austera soledad
contemplativa;
los robles, monumentos
vegetales a la fortaleza,
armados caballeros de la paz,
con cicatrices nobles en las
entrañas
para hospedar palomas
recoletas y pájaros tímidos;
cuya sonrisa se aviva
con los gélidos vientos del
norte.
Todo, en mi pueblo, me
conduce a Ti:
sus veredas y sus caminos,
escritos, como versos, con
huellas laboriosas de honradez
para ganar el pan humilde de
cada día
y llegar siempre a la perenne
realidad
del “más allá” Contigo.
acogedor y hospitalario,
que resume la historia larga
de mis raíces
en hombres con sabiduría de
pastores leales que no
abandonan nunca a su rebaño.
Sus hombres,
cuyo rostro tallado por soles
y aires, duros y tiernos,
llevan en andas
la teología berroqueña de mi
misma sangre.
La salud de mi fe
se robustece en mi pueblo,
Señor.
Y la salud de mi vocación de
sacerdote.
Yo sé que las primeras palabras
que sugeriste a mi vida
las pronunciaste a través de
él,
porque mis padres son mi
pueblo
y mi pueblo son mis amigos,
aquellos con quienes disfruté
el encanto del misterio de un
nido,
y aquellos con quienes peleé
por
mis derechos infantiles.
Todos son mi pueblo,
también los que te llevaste
están en mí con permanencia
imborrable:
los veo, sobre asnos
pacientes,
caminando por callejas
olvidadas;
los veo cuidando los chozos y
los corrales de la dehesa
para defender la mansedumbre
de sus ovejas;
los veo en mí mismo, en lo
mejor de mi sangre
disfrutando el encuentro
amistoso al saborear la “caldereta”,
los veo celebrando la
solemnidad de su Patrona
la Virgen del Rosario, de la
Estrella, de la Lastra,
vestidos con el traje más
rico del mundo; el de la sencillez y el día de fiesta.
incluso cuando llora y se
retuerce.
Mi pueblo es tuyo, no sabe
ser de nadie más,
ni quiere porque no se deja
oprimir
por filosofías ateas
que intentan encerrarle en la
cárcel
del solo tiempo y el solo
espacio que captan los sentidos corporales.
porque tiene alas como su
sierra,
porque tiene silencios hondos
donde escucha tu voz trascendente,
porque cuida las raíces
de sus robles, de sus enebros
y de sus acebos.
Mi pueblo es tuyo
porque tiene alma.
Te amo a Ti desde mi pueblo
y, Contigo, seremos, mi
pueblo y yo,
palabra sacerdotal y poética
que nunca cesa.
Prádena - 15 Julio -
1986