LUZ DE PIEDRA
(Acueducto de Segovia)
Porque de piedra solo no estás hecho
ni eres mezcla de piedra y luz anclada
en las playas del hombre y de su historia.
Eres más que la luz y que la piedra:
eres la luz que vive por la piedra
y la piedra que vive por la luz.
Si solo fueras luz, te morirías
cuando agonizan los atardeceres;
si solo fueras piedra, tus aceros
opacos de silencio y densidad
abatirían el inocente vuelo
de tus palomas grises y anhelantes.
Pero eres más, tu corazón es más:
tal vez palabra clara de un asceta
que lloraba su carne transeúnte
y deseó perseverar latiendo;
tal vez, poema que estalló en el verso
y suspendió sus alas en el viento;
tal vez, plegaria en cruz y en esperanza
sobre andas de hondura metafísica.
Porque fundes el cielo con la tierra
y tocamos el cielo al contemplarte
y la tierra se escapa de su peso.
Yo, poeta, descanso en tu palabra
que pronuncia mis ansias incesantes.
Hablas por mí, Acueducto, y yo no sufro
cuando mi pobre verso se derrama
como pavesa estéril en el mundo.
Quedas tú, pronunciado; tú, mi sueño
de ser eterno y de volar eterno;
tú, mi luz afirmada en roca viva;
tú, mi perseverancia de infinito.
Tú conservas mis ojos inocentes,
primer asombro de mi nieve humana;
sigues alzando mi ilusión de joven
y conduces los ríos de mi sangre;
tú resistes los vientos y las lluvias
que invaden las columnas de mis huesos
ya maduros de hombre y de cansancio.
Soy segoviano, confidente tuyo
sin complejo de anemia provinciana.
Y te canto gozoso y te agradezco.