De camino al dolor en reciedumbre.
Maestro de la luz y de la lumbre
que llevas de la mano al peregrino.
Morir para vivir es tu destino.
Hablarte sin hablar desde la cumbre
del amor que no cesa, hecho costumbre
de darte con sayal de pan y vino.
Vamos Contigo, Dios, sin titubeo.
Más fieles que Simón el Cireneo
para llevar tu Cruz gozosamente.
Quedará nuestra sangre confortada
contemplando la luz de tu mirada
y las crudas espinas de tu frente.