es posible, Señor, desde tu muerte.
Nadie podrá jamás anochecerte:
Es perpetua la rosa de tu herida.
Eres gozo de vida sostenida.
La primavera de tu Sangre vierte
vida incesante para quien advierte
la luz de tu mirada resurgida.
Para darnos la vida Te encarnaste
y tu Vida infinita pronunciaste
curando, perdonando y enseñando.
Siga, Señor, tu luz resucitada
donándonos la vida tu mirada
de vida eterna, eternamente amando.