en mi casa interior me regocija.
Eres Madre de Dios y eres la hija
que cultiva su dulce complacencia.
Quiero ser, como Tú, la transparencia
de su Amor Infinito: la vasija
llena de Dios en la que Dios cobija
intimidad de viva confidencia.
No Te apartes de mi. Nunca mi casa
quede sin Ti, sin tu calor de brasa
que salva de los fríos y penumbras.
Sólo, Tú, tan callada, Madre mía,
tejes hogar de paz y de alegría
porque borras mis penas y me alumbras.