Era Yavé tu aire, tu alimento.
Era tu sangre, el beso de tu vida.
En Dios morabas siempre amanecida.
En El hallabas sólido cimiento.
A Dios sentías en el recio viento
y en la mano de brisa sostenida.
Con Dios curabas lágrima y herida.
Para el hogar de Dios, tu sentimiento.
Virgen creyente, flor de certidumbre.
Latido de cariño, mansa lumbre
de luz y de calor para el Amado.
Dame tu fe purísima y activa
para que note la presencia viva
del Amor en tu carne madurado.
(A Nuestra Señora de Mayo)