Has llegado a las puertas de mi vida
y has llamado con timidez de niño pobre.
Me ofreces el tesoro de Ti mismo y tienes miedo
de que no lo reciba.
¿Qué haré con el tesoro de tu cariño?
¿Te abriré las puertas de mi alma?
¿Te dejaré que habites mis espacios de penumbra y de polvo nunca fértil?
¿Qué haré con tu mirada, con esa sembradura de horizontes de amor que traen tus ojos?
¿Qué haré con tu silencio excavando los pozos de mi hondura?
¿Qué haré con tu palabra penetrante que desea alumbrarme las
entrañas?
¿Qué haré Contigo mismo -Amor hecho Persona que me pide amistad-?
¿Te aceptaré, Señor?
¿Conjuntaremos nuestras vidas en un común vivir?
Si pudiera hospedarme en tu mirada para encender sonrisas en el aire…
Si quisiera poner sobre mis hombros el peso de los seres desvalidos y
llevarles Contigo…
Si mis manos tocaran construyendo como las tuyas…
Si mis pies caminaran regalando esperanzas como los tuyos…
Si mi vivir y tu vivir unidos en una misma llama pronunciara “amor” sin palabras necesarias…
¿Qué haré Contigo, Jesús de Nazaret, Tesoro delicado
que llamas tímidamente a las puertas de mi vida…?