trae tu Verdad de Luz Resucitada?
¿Qué noto en mí presente y lacerante,
rompiendo el aleluya de mi vida?
Abro los ojos y la flor no acierta
a decirme sus versos presentidos.
No alcanzan mis palabras
a curar las heridas de los hombres.
Mis manos son intento de servicio;
mi corazón, hoguera que no prende
en otros corazones doloridos;
mi palabra, semilla inadvertida.
Soy pobre radical: sólo me nutre
el pan que se comparte y se disfruta
en vertical y horizontal justicia
y nadie me lo da.
Necesito que el hombre se averigüe
hijo tuyo sin dudas lacerantes.
Necesito que el hombre se comparta
en paraíso de familia unida.
Señor, el Aleluya de la Pascua
languidece en mi sangre
como el pájaro triste que no tiene
árbol donde anidar.
No puedo estar contento mientras haya
flores no halladas, brisas no escuchadas
y pájaros ausentes y sangrantes.
Sería verdad mi Pascua, si los ojos
de mis hermanos hombres te encontraran
en las cosas menudas y elocuentes;
si notara tu Luz transfigurando
sus poderes de acceso en pan reciente;
si escucháramos todos el poema
del niño en el regazo de su madre.
Sólo tu Amor, Señor, nos transfigura,
nos resucita, nos otorga Vida.
Tu Amor, la lluvia fértil que incrementa
la tierra dolorida de la carne.
Digo Aleluya, Dios, sólo esperando
un futuro mejor no lacerado
por arrogancias bélicas, ni guerras,
ni odios, ni blasfemias, ni lujuria
dejando niños rotos entre gasas.
Me duele el hombre, Dios, Te está doliendo
a Ti Resucitado, pues te falta
para resucitar del todo, que la tierra
abra su corazón a Tu Presencia
liberado ya y viva eternamente.
Esta es mi Pascua rota. Sólo soy
menesterosidad, suma pobreza;
casi como la tuya que no puede
cambiar el mundo de los hombres rotos.
Pero Te sé Viviente. Te comparto.
¡Aleluya! Señor, aunque la niebla
de la injusticia vertical me muerda.
¡Aleluya! Señor, aunque la llaga
de la injusticia horizontal me mate.
Estás Vivo, Señor, y Tú me impulsas
a decir ¡Aleluya! entre gemidos.