Pronunciar los seres y los sentires
en la palabra hermosa
es misión del poeta.
Cuando el poeta denomina
a la roca:
“hogar del agua y corazón del viento”,
resucita su verdad sepultada.
Consuma sus ansias comprimidas de vuelo.
Yo, Señor, desearía ser poeta
para descubrir y expresar
las dimensiones profundas
de los seres.
Pero soy más, soy sacerdote:
Tú me regalas
la fuerza de tu palabra
que se hace transparente en mí,
y la criatura pan,
la criatura vino,
adquieren dimensiones
increadas infinitas,
trascendentes, inmensas,
se hacen Tú mismo,
palabra- silencio- vida- comida
de amor.
Digo: “Esto es mi Cuerpo”.
“Este es el cáliz de mi Sangre”,
y la criatura se consuma
divinizándose.
¿Quién soy yo?
¿Qué poeta soy yo?
¿Qué prodigio?
¿Qué omnipotencia?
¿Qué temperatura elevadísima?
Y, sin embargo, soy sólo
unos gramos de tierra latiente
animada por su alma creada por Ti.
¿Qué me has encomendado, Señor?
¿De quién te fiaste?
Puedo alumbrarte, si quiero.
Puedo anochecerte.
Puedo maltratarte.
Puedo silenciarte…
Puedo, puedo, puedo.
Pero sólo dándote a luz
seré sacerdote- poeta.
Sólo haciéndome establo de Belén
cobijaré tu reciente humanidad.
Sólo trabajando en silencio
seré tu vida oculta.
Sólo transparentando tus palabras
seré tu vida pública.
Sólo muriendo Contigo
seré Redentor.
Sólo resucitando Contigo
salvaré la eterna vida.
¡Poeta, Sacerdote- Poeta!
Culmíname amándote
y pronunciándome
para que todo
se recapitule y
culmine en Ti:
Jesús: Persona. Poesía- Infalible:
Dios- Amor.
9 - Noviembre -1986