Amarte a Ti, Señor, sobre mi vida.
Sobre esta vida que se prende al tiempo
y, a veces, se me pierde entre las cosas.
Amarte a Ti, Señor, sobre mi sangre:
sobre el río que lleva mi barquilla
hacia la eternidad.
Amarte, sin mirarme compasivo
cuando mis llagas arden y me hostigan.
Adherirme a tu Ser, como los niños
se adhieren a sus madres.
Amarte a ti, Señor, en confianza
de que nada se pierde si Te amo.
Amarte cuando lloro, cuando canto,
cuando el gris de la vida atraviesa…
Amarte y ofrecer mi mano-tuya
a los seres, sin Ti, que se extravían.
Amarte hasta encontrar esa palabra
que las rosas pronuncian en silencio.
Amarte en crecimiento hasta sentirme
libérrimo de mi, como si fuera
mi esencia y mi existencia sólo amor.
Quedar en el asombro, fascinado
porque Tú me recibes y me impulsas,
sin fijarte en mi ser diminutivo.
Quedar en Ti, Señor, Dios hecho Niño,
desvalida Palabra convocándome.
Amarte a Ti, Señor: amarte siempre
sobre todas las cosas: sumergirme
en tu mar infinito e inefable.
(Respuesta al Niño Dios)