4/1/23

PAZ Y BIEN

 

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1,14)

 

La Palabra vino humilde

ocultando sus letras mayúsculas

en la carne afirmativa de María.

 

Se pronunció sobre el silencio

como copo de nieve

y despertó ansias de besos azules

como el candor.

 

La Palabra venía buscando

palabras olvidadas;

proyectos de flores

en la tierra descampada

 

Las humildes pajas y

las plumas desprendidas

sintieron la posibilidad

de ser nidos.

 

La Palabra penetraba en las criaturas

y desempolvaba sus mejores poemas:

los alojaba en su mirada

como el mar aloja a las gaviotas para editar sus alas de plata.

 

La Palabra deseaba sembrar,

en los corazones no fértiles,

albas,

ruiseñores

y trigo sin nombre

para los hombres huérfanos de su propio nombre.

Deseaba poblar

con Franciscos de Asís

todos los horizontes entristecidos.

 

La Palabra era domingo,

campana,

ceremonia del júbilo…

 

Hoy, Navidad 1985

la Palabra sigue naciendo

y tiene la misma vocación:

restaurar los juguetes estropeados del mundo,

hospedar los motivos de las madres,

compartir claridades y pan reciente…

 

Confidencialmente os digo:

soy feliz

en el hogar cálido de la Palabra.

 

Desde aquí

mi único deseo es

compartir con vosotros estrellas

y,

cuando llegue el final de mi peregrinaje por la tierra,

comenzar la Vida

y merecer este epitafio hondo y sencillo:

Su tiempo siempre fue Navidad;

sus pasos, apertura de caminos;

su mirada, sembradura de sonrisas;

su corazón, hogar de la PALABRA.