No con golpes de hacha
se abren caminos en la senda espesa.
No talando ternuras vegetales
donde viven los pájaros
y anida el corazón de la esperanza;
no soltando los lobos de la ira
que matan la sonrisa con sus dientes;
no profanando parque donde juegan
palomas confiadas
con niños-sólo niños-asombrados;
no buscando rebeldes silogismos
con veneno de odio;
no borrando caminos a la vida;
no callando los versos de las rosas
y el vuelo soñador de los cipreses;
no amurallando el ser entre dos letras
-ene y ó- como bloques de cemento…:
no golpes de hacha se construye
la catedral del hombre…
El hombre sólo es hombre
cuando cuece
el pan de las ideas
en el horno encendido del cariño;
cuando sabe leer en las espigas
su vocación de pan que se comparte;
cuando al tocar el hielo se derrite
la espada de su frío;
cuando sale al balcón de su mirada
para ofrecer las flores que cultiva
en su gozo interior.
El hombre sólo es hombre cuando escucha
los salmos de la hierba,
el galope del monte a las estrellas,
la sonrisa invisible de la brisa
y los coros de lámparas que rezan
en el silencio de la noche clara.
El hombre sólo es hombre cuando lucha
con cirios de cariño y no se cansa,
aunque sus manos cálidas y tiernas
se hieran contra el cerco de metales.
El hombre sólo es hombre cuando salva
establos de Belén en cada oficio;
cuando se hace Pastor hacia el Pesebre
con bata cirujana, con engrasado mono de taller,
con esteva regada de sudores
o con pluma que escribe sus latidos…
El hombre sólo es hombre cuando avanza
con cirios de cariño sonriente
cuando habita feliz en las entrañas del Amor Infinito,
cuando su ser es Navidad perenne
dejando a Dios que nazca entre las cosas.
El hombre sólo es Cristo si camina
con el Belén del corazón abierto.