Pocos saben que naces. Nos devora
la prisa de las cosas. Desafía
la noche sin estrellas. Descarría
la turbia posesión de cada hora.
La mentira se yergue y se doctora
en forma estéril de sabiduría.
El hombre de sí mismo desconfía,
dura roca de carne lloradora.
Pero vuelve a nacer: algún poeta
plantará, niño loco, la violeta
del asombro sin precio ni medida.
Vuelve a nacer, Señor. Los pocos niños
que nacen, necesitan tus cariños
para ser esperanza sostenida.