11/1/23

SEÑOR, TÚ VAS NACIENDO EN MÍ

 



 



Caen serenos los días de mi vida

como hojas del otoño, en esperanza

de nueva primavera,

porque Tú vas naciendo en mis raíces.

 

Todo es silencio

en este crecimiento hacia la hondura.

 

Amplío mi corazón cuando me hablas

y escucho la palabra de los seres.

 

Te noto cerca. Dios. El árbol reza

conmigo su existencia.

 

Vas poblando mi sangre con tus bosques,

con tus ardillas y tus diminutos

pájaros monjes…

 

Tu vas naciendo en mí. Las criaturas

habitan en mi alma como himnos

a tu presencia cálida y nutriente.

 

Y vas naciendo en mí, cuando me asombra

tu Verdad infinita revelada

en lenguaje de hombre, carne débil

que suplica un espacio en este mundo.

 

Yo te lo doy, Señor.

Establo de Belén, místico y pobre,

me lleno de ternura de María

y enciendo las miradas de José.

 

Tú vas naciendo en mí: me das motivos

para elegir, libérrimo, quererte.

 

Tú vas naciendo en mí, cuando alejo penumbras

de otros ojos

para que vean tu Luz. Y vas naciendo,

cuando me prodigo en sonrisas de paz,

cuando descubro

ruiseñores alegres en los hombres.

 

Tú vas naciendo en mí. Tú me construyes

en el amor que crece en mis entrañas.

 

Tú me haces arquitecto

de hogares y de parques, llenos de niños, en los corazones.

 

Tú vas naciendo en mí. ¡Gracias, Señor!

Es Navidad perpetuamente cierta

en el hogar de mi existencia tuya.

 

(Comparto con vosotros lo mejor que tengo: mi felicidad poética de creyente. Un abrazo. Rafael Matesanz)