II
El polvo fue borrando las estrellas
mientras el corazón anochecía.
Un crecer burocrático añadía
su cárcel de papel y de querellas.
Llegaste tú para salvar las huellas
de las manos del hombre en armonía.
Dijiste que el amor permanecía
en perenne latir de piedras bellas.
Desempolvaste en la penumbra triste
el poema olvidado que persiste
en humildad tallada de madera.
Y sentiste el calor de la ternura
cuando su voz antigua de escultura
te hizo testigo de la primavera.
(Cinco sonetos amigos para D. Juan de Contreras)