Miro al monte, pregón de desafíos.
Miro al mar, dilatado y verde seno.
Miro al candor rural del casto heno.
Miro mi corazón, sus hondos ríos.
Y no acierto a saber por qué están fríos
mis ojos asombrados: no me lleno
ni con el mar, ni con el monte ni con el heno,
ni con el corazón y sus vacíos.
Me faltas Tú, Señor, alegre y sencillo,
me falta la plegaria de la nieve,
me falta abrir la puerta de la altura.
Debo saltar al gozo del asombro
debo hacerme pequeño como un niño
para encender mi carne en tu ternura.