Abra, Señor, mis labios tu presencia
encendida de paz en el silencio.
Toque tu luz mis ojos apagados
para escalar el alma de las cosas.
Hábleme del hogar de tu cariño
donde nacen las fuentes de la vida.
Dime que estás aquí, cerca del hombre
hospedado en la entraña de los seres.
Dime que eres amor, que yo te sienta,
que experimente el gozo de vivirte.
Que el sudor de mi frente te descubra
mirando mi trabajo complacido.
Que te tenga en mis manos y Te adore.
Que nutra con tu sangre mis arterias.
Que abra caminos nuevos y ascendentes
al hombre sin caminos ni montañas.
Así, Padre, seré palabra humilde
de tu huella infinita en las estrellas,
confidencia filial como tu Hijo
y gozo sempiterno en el Espíritu. Amén.