Tu cariño se expande en la mirada
con silencios de luz contemplativa.
Y tus manos respiran en activa
salvación de caricia detallada.
Llegan olas de sangre desplomada
llamaradas de leño a la deriva.
Y una abeja perenne besa y liba
tu corazón de madre enamorada.
La luz contempla tu color de cera
y se vuelve a encarnar en tu morada.
Amanece tu cara sonrosada
para ser flor de nueva primavera.
Tu suerte se hace vida duradera
en la casa de Dios. Y su mirada
transfigura tu carne inmaculada
que vuelve a ser materna sementera.