Marisa, hijita mía, esa premura
por marcharte a la luz tempranamente,
¿qué arcángel del Señor tan refulgente
ha sembrado, furtivo en tu alma pura?
¿Por qué te vas, Marisa? ¿Qué premura
intimida a tu carne tan reciente?
Apenas pronunciada bellamente
tu palabra de flor huye a la altura.
Y nos dejas llorando en la esperanza
del blanco surco que labró tu historia
¡breve historia de nieve y de sonrisa!
Cuando llegues al Astro a donde alcanza
tu desvelo de niña por la gloria,
sonríenos, también, hija, Marisa.