“…y poniéndose detrás, junto a sus pies, llorando, comenzó a regarlos con sus lágrimas y los enjugaba con los cabellos de su cabeza y los besaba” (Lc. 7,38)
Hay
una fiebre nueva por tu boca
que en beso casto y hondo se
serena.
Hay un derrame líquido de pena
que de una fuente cristalina
brota.
Magdalena, mujer, tal vez, gaviota
en mares turbulentos de condena.
Has hallado la paz tan pura y
plena
de la paz y de la luz te vuelves
loca.
Loca divinamente: descubierta
como paloma en plenitud que sube
hacia el azul y que al azul
alcanza.
Has hallado, por fin, la vida cierta.
Has curado tu arcilla con su nube
hecha gasa de amor y de esperanza.