I.
de
tu bosque de robles monacales,
Siempre
escucho los versos vegetales
Que
declama tu vuelo hacia la altura.
Eres
en mi perenne sembradura
De
sueños con ardientes ideales.
Tu
corazón de piedras y de cales
Me
hospeda en el hogar de tu ternura
Siempre
regreso a ti por el camino
Que
nutre las raíces de mi historia
Y
descarga mis hombros de equipaje.
Tu
recio nombre sella mi destino:
Prádena,
escrito en mi feliz memoria,
Que
pinta mi paisaje en tu paisaje.
II.
Siempre
regreso a ti. Cuando las nubes,
Cargadas
con mis sueños, van volando,
Me
sorprendo en tu luz jugueteando
Con
un coro de alondras y querubes.
Voy
con las aves que, formando uves,
Vuelven
a ti felices emigrando.
Mi
corazón agreste va soñando
La
roca del amor dónde me subes.
Siempre
regreso a ti, cuando estoy lejos
Me
alumbra el corazón de tus espejos
Donde
siempre me veo adolescente.
Siempre
regreso a ti. Busco la calma
Del
silencio profundo de mi alma
Y
encuentro tu palabra confidente
III.
Prádena
fiel de huellas silenciosas.
El
rosal de mi sangre brota rosas
Como
tus buenas tierras pan de trigo.
Cuando
me voy de ti, quedo contigo
Recordando
tu nombre entre las cosas.
Una
invasión de blancas mariposas
Vienen
de ti para rezar conmigo.
Tus
caminos me indican el Camino.
Tus
estrellas alumbran mi destino.
Y
es tu sierra, mi sierra hospitalaria.
Ponme
siempre las alas de tu nombre.
Necesito
volar para ser hombre
De
sangre vegetal y solidaria
Rafael
Matesanz Martín
16.08.1997