26/8/20

POEMAS SOBRE EL HOMBRE


CARTA EN VERSO A JORGE MANRIQUE


Jorge Manrique, amigo, te escribo desde el hombre
cautivo todavía en la cárcel del tiempo.
Mi vocación de vuelo descansa en la palabra
para salvar el límite tangible de las horas.
Tú sabrás ayudarme con tu hondura encendida
en la lumbre divina sobreexistiendo siempre.
Tú, que libaste flores en las estrellas niñas
y salvaste sonrisas de mañanas eternas.

Herido por el tiempo, con el tiempo tejiste
versos sobre la frágil materia de las cosas
y la luz de tu genio pronunciada en lamento
quedó perpetuamente iluminando vida.

No te dejas vivir como los ríos graves
siempre bajando al fondo en derroche de lunas;
tus aguas transparentes se evaporan audaces
por el sol de la fe que te hace nube dócil.
Y nos llueves, nos nievas en clara mansedumbre
con tus coplas serenas de esperanza fecunda,
porque el tiempo se salva cuando somos la siembra
de huellas que el amor manuscribe en caminos.


Vivimos para amar, para esculpir la vida
perpetuamente amando desde latidos breves,
para hacernos milagro de vida ilimitada
en las manos de Dios, vida sobreexistente.

Ese dolor que fluye la sangre de tu pluma
es llamada que grita en nuestra propia sangre.
¡Si tu río moviera nuestro viejo molino
para salvar la harina de nuestro trigo muerto!
Pero, a veces, corremos sin saber hacia dónde,
volamos sobre el frío de brillantez metálica
y encontramos el polvo de la luna apagado
porque estamos vacíos de misterio perenne.

Jorge Manrique, ciervo  que saltaste la valla
del tiempo dolorido con llagas de ceniza,
da a los hombres cordura para encontrar el alba
tras el mar de la muerte sereno de silencio.

La muerte de tu padre fue descanso cumplido:
su querer fue concorde con el querer de Dios,
su vida edificando la torre de la vida
alcanzó a las estrellas para encender tu verso.

Jorge Manrique, amigo, afirmo la estatura
de eternidad que enciende tu verso confidente.
Nos cumple tener tino para andar la jornada
sin errar el camino hacia la luz eterna.

Mi pobre verso fluye manso agradecimiento
a tu verso tan rico de mares sin riberas.
Siémbralo desprendido desde el astro en que moras
y alumbra la mirada del hombre sin caminos.