ESTÁS EN MÍ
con júbilo de luz agradecida.
Me dejas sólo y otra vez la herida
de la carne me clava su aspereza
Te convoca mi llanto con presteza
porque, sin Ti, vivir no tiene vida.
Huyo de mí, pero mi torpe huída,
si Tú no estás, me cerca de aspereza.
No me prives, Señor, de tu mirada
penetrando las sombras de mi nada
y nutriendo mi sangre plañidera.
Convierte las tinieblas de mi exilio
en el vergel divino de tu auxilio
que me haga ser tu clara primavera.