PIEDRAS
aflora en piedra erguida, como el vuelo
de pájaros cautivos de lo eterno.
Dogmática respuesta a su llamada,
firme promesa de vivir su huella
y caminar hacia la luz por siempre.
Tu catedral, palabra que se habla
en el hondo silencio de su altura:
alza tu brazo al cielo en la plegaria
de tu pardo paisaje, de tu sed.
Arcángel de tu luz y centinela
de ideales perennes, el alcázar
desciende de tu cielo luminoso
a custodiar la huella de la arcilla.
El acueducto, desposorio eterno
de la piedra y el agua carpetana:
árboles de platino en geometría
de ramas enlazadas que levantan
la sonrisa del río a las estrellas.
Y tus calles heridas de nostalgia
al paso de neumáticos sin ritmo
llamando a tus corceles de romance.
Y las piedras sin nombre de tus pueblos
rociadas de musgo, con grietas
donde anidan los vencejos, donde el río
de tu callada soledad reposa,
donde sabe la vida limpiamente
a esperanza de Dios, a huella suya.
¡Oh viejas piedras, pardas, silenciosas,
volando sobre el tiempo sin raíces,
hechas raíz de mi sustancia humana!.