lumbre que alumbra mi pobreza suma,
lealtad que me aloja y me consuma
en el hogar de tu cariño ardiente.
Tú restauras mi sangre penitente.
Tú señalas mi rumbo entre la bruma.
Tú recoges el llanto de mi espuma
y me das consistencia permanente.
Yo Te devuelvo poco: sólo un pobre
caudal de vida tímida y salobre
portando gratitud sobre mi hombro.
Pero nunca podrán arrebatarme
la dicha de quererte y de quedarme
alojado en el gozo del asombro.
(Contrato de amor con Jesús, III)