Ir llevando la Cruz sencillamente.
Saber morir en las pequeñas cosas.
Encender con sonrisas mariposas
que hagan alegre y cálido el ambiente.
Tener el corazón incandescente
y las manos con ansias laboriosas.
Clavarme las espinas de las rosas
para salvar su vuelo sonriente.
Ser cariño, perdón sin equipaje
para quien va conmigo en este viaje
hacia el Amor perenne que nos llama.
Nunca tener el corazón cautivo
ni el rostro demacrado y agresivo.
Esta es la Cruz que Dios bendice y ama.