Un rincón en penumbra, donde quepan
las maletas del alma llenas de asombro
con pájaros libérrimos y rosas
soñadoras de estrellas.
Un rincón en penumbra, donde el tiempo,
en suave deslizarse,
no clave las agujas de relojes
con prisa amenazante.
Un rincón en penumbra…,
el espacio sobrado para hablarte
y decirte mi amor, Amor de amores.
Yo, criatura tuya, me conformo
con decir, desde el gozo agradecido,
que soy hechura de tus manos tiernas.
Un rincón en penumbra, contemplando
tu Bondad Infinita:
adorando tu estancia en mis arterias,
como adora la brisa al chopo alto,
con besos en cadena.
Un rincón en penumbra, donde nadie
aplauda mi fervor ni mi locura:
donde sólo el amor tenga palabra
para decir y no cesar diciendo:
Sólo Dios es la Luz y la Alegría.
Un rincón en penumbra,
repasando tus pasos en la tierra;
tu mirada poniendo en el paisaje
inocencia de niños;
alejando quebranto de los cuerpos
y sombras de las almas;
donando intimidades confidentes
a tus fieles amigos;
sembrando en cada huella la esperanza
de caminos que llevan a la Vida;
quedándote en el Pan transubstanciado
y en el Vino de todas las locuras;
muriéndote en la Cruz para hacer puro
el vuelo del amor…;
dándome Madre
de ternura inocente e incesante…
Un rincón en penumbra, donde pueda
ser incienso, no más, para adorarte
sin penumbras de mí, sin adherencias
a cuanto estorba mi vivir Contigo.
Hazme tuyo, Señor, dame la Vida
que ansían mis entrañas: Vívime
en tu Palabra eternamente viva.