Aunque te quiero tanto, si me dejas,
se desvanecen mis fidelidades.
Soy débil como pluma que se pierde
en las olas sin rumbo de la brisa.
Dame peso, Señor. Dame Tu peso
de vigor y de gracia sostenidos.
Me basta con tenerte y con quererte.
Lo demás no me inquieta ni me importa.
Que nada me arrebate el paraíso
de saber que me quieres y Te quiero.
Que no me turben las humillaciones,
ni el celo que se mezcla con mi orgullo.
Que no me abrumen los fracasos míos
con tal que nunca sean fracasos tuyos.
Que el vivir en silencio ocultamente
sea mi delicia y mi mayor tesoro.
Que solo Tú me bastes, cuando quedo
desnudamente solo y olvidado.
Pero Tú no me dejes, que esta altura
de ser tan solo tuyo, no se alcanza
sin Tu viva Presencia y tu mirada
restaurando y besando mis entrañas.
No me dejes, Señor. No me abandones,
que nada soy si Ti, que nada puedo.
Y después de alcanzarte y conocerte,
vivir, sin Ti, será perder la vida
en pena oscura y en dolor estéril.
Pero sé que me escuchas y Te quedas
alentando mis débiles latidos
para quererte siempre en crecimiento.