Mis queridas amigas de Brasil:
El tiempo y el espacio nos limitan
y no puede mi voz felicitaros
con el gozo de física presencia.
Pero en las alas del humilde verso
con vosotras, mis amigas,
dialogaremos acueductos recios
y alcázares de vuelo universal;
rezaremos silencios monacales
en Ávila de piedra y misticismo,
con Teresa y con Juan; contemplaremos
la sonrisa del Chorro en Navafría.
Vosotras, con los ojos, pintaréis
los espléndidos bosques de Brasil;
sus ciudades de sueño recién hecho
y lo mejor del alma brasileña:
sus gentes florecidas en palabras
de ternura y de luz, como vosotras.
No estamos lejos. Nunca estamos lejos
los amigos de Dios. Nos calentamos
en el único hogar de la presencia:
El Amor que se encarna y manuscribe
de la sangre sencilla de María.
Os he dicho con cierta imprecisión
que estaré con vosotras Olvidadlo.
No estaré con vosotras, porque estoy
desde que Dios me regaló la cita
con vuestra sencillez apasionante,
con la verdad vuestro ser cristiano,
con vuestra filiación de la Señora,
con vuestra gratitud primaveral.
Vosotras sois, entre mis versos, reinas
de la presencia floreciendo siempre.
Con vosotras estoy cuando recéis.
¡Y tanto estáis creciendo y alumbrando!
Con vosotras estoy cuando me duelan
los pies de caminar por los caminos
a veces secos y áridos de España;
con vosotras estoy cuando mis manos
son acueductos de divina gracia;
con vosotras estoy cuando os pronuncio
con mi palabra evangelizadora.
Porque os pronuncio, amigas, os pronuncio
sin pediros permiso; ya lo tengo
del mismo Dios que me lo da en sonrisas
cuando al pensaros rezo por vosotras.
Conmigo predicáis cuando la aurora
se hace esperanza y gozo de la alondra.
Conmigo predicáis cuando la noche
quiere matar palomas de alegría.
Conmigo predicáis cuando aconsejo
vocación del Camino que libera.
Conmigo predicáis. Conmigo estáis
tan verdaderamente que estos versos
son humildes cerillas junto al sol
de la presencia vuestra en mi cariño.
Y…como falsa retórica de espuma
habla mi corazón y en él me alojo.
Al coronar los 25 años
del hogar encendido en el Brasil
os felicito sólo agradeciendo
bondades al Señor, que con vosotras
ha salvado sonrisas en los niños,
caminos de promesa en los adultos
y confiada paz en los ancianos.
Ha salvado en vosotras la Palabra
el verso del Amor que nos redime.
Gracias a Dios que os guarda y os cobija
en el recinto cálido del gozo
de vuestra vocación de Misioneras.
Gracias a Dios que os ama en la Señora
su Madre Benditísima y humilde
que os enseña a servir en el silencio,
en el detalle de labor oculta,
en el candor de la mirada limpia
en vuestro corazón contemplativo.
Gracias a Dios que muere con vosotras.
Gracias a Dios que con vosotras siempre
resucitó y está resucitando.
¡Gracias a Dios y gracias a vosotras!
¿Veis cómo estamos juntos superando
mares de dilatada lejanía?
Nunca podrán los rayos separarte
si el mismo sol enciende su morada.
Por eso no termino con palabras hermosas de nostalgia
esta carta de amigo confidente;
me quedo con vosotras dando gracias
por el Amor divino que nos une.
(Carta en verso a las Misioneras de Acción Parroquial en las Bodas de Plata de su fundación en Brasil)