edificó la casa nazarena.
Combatiste la sombra de la pena
para ser alegría sin mancilla.
Vino Dios de puntillas a la orilla
del hombre sepultado en la condena.
Sembraste el corazón y la azucena
con silencio de cálida semilla.
Sin hablar, pregonaste su cariño.
¡Dios hecho hombre! ¡Dios tierno Niño
que en tus brazos robustos se confía!
Fuiste silencio del asombro amante
y en la paz esponsal de tu semblante
reposaron los ojos de María.