donde se percibe mejor tu
Presencia.
Necesito escuchar tu Palabra
limpia de ruidos estridentes
y desvelos vanos.
Sólo tu rostro me sosiega
y no Te veo
cuando la niebla del olvido
humano
Te ignora.
No me resigno a vivir
sin notar y agradecer
tu permanente y cálida
mirada.
Me nutre el silencio.
Me restaura contemplar mi
alma desnuda:
Advertir las llagas
de mis pecados y mis
limitaciones
para curarlas Contigo.
Pero también, disfrutando mi
pequeñez,
me complace saber
cómo valoras y asumes con
cariño
lo positivo de mi ser
que Tú mismo me donas
y Tú mismo cultivas.
Gracias, Señor, por el
silencio y la soledad
del desierto cuaresmal y
monacal
que me renueva
incesantemente.