Mi pequeñez es flor alborozada
que nace al bien de tu sol divino.
Oculta queda al borde del camino
muy cerca de tu cálida mirada.
Aunque todos la juzguen humillada
yo sé que Tú sonríes su destino.
Y tu sonrisa cambia el pan y el vino
en tu carne y sangre consagrada.
Yo sé que sólo cuando soy pequeño
Te miro a Ti, Señor, y con mi leño
prendes el fuego del hogar caliente.
No quiero ser fulgor de lanza altiva
sino pequeña flor contemplativa
que luce para Ti sencillamente.