No me puedo callar, aunque sea indigno
de hablar de Ti, Señor.
Aunque me hieran
las miradas hostiles a tu Nombre.
Aunque todos me digan que estoy loco.
No me puedo callar, porque Tú eres
Palabra que me llena y me rebosa
como el mar a vasija diminuta.
No me puedo callar, porque el asombro
me impulsa a florecer tus alabanzas.
Sólo hubiera podido estar callado,
desconociendo tus fascinadoras
locuras de cariño:
No sabiéndote niño: Carne humana indefensa
en brazos de la flor de la ternura:
Tu Madre con José: la omnipotencia
de la pobreza humilde.
No sabiéndote Luz alumbradora
de corazones rotos;
de cuerpos lacerados y de muertos…