Vivir es caminar: sembrar la vida
con las huellas del alma y de los pies.
Es llevar sobre el hombro los minutos
del tiempo pertinaz que nunca para
y que teje con penas y alegrías
los latidos del hombre.
Vivir es caminar.
Te necesito, Cristo del Camino,
para ser caminante y ser camino
con término feliz.
Vivir es ascender, si la esperanza
señala cumbres con albor de nieve.
Pero, a veces, gravita en las entrañas el peso de la carne
y muerden los guijarros del sendero.
Te necesito, Cristo del Camino,
para nunca pactar con la derrota
de quedar prisionero en las caídas.
Tú, Señor, con la Cruz de mis pecados, lacerando tus hombros,
Te levantaste siempre hasta quedar clavado
en el abrazo abierto permanente.
Tú supiste llegar, salvar el tiempo
esculpiendo el camino con tu sangre.
Roturador de tierras inexpertas en dar espigas de cariño,
fuiste reja paciente, surco abierto, semilla soterrada
y espiga al fin de redención eterna.
Yo me canso, Señor, para sembrarme
en el camino del vivir diario.
Me vuelvo atrás y el tiempo se me escapa dejándome infecundo.
He de llegar Contigo. Necesito
mirar tus ojos, contemplar tus hombros
besar las huellas de tus pies sangrantes.
Necesito sentir que tu presencia
vigoriza mis pasos y oxigena mi sangre desvaída.
Necesito llorar hasta que el río de mis lágrimas recias
arrastre en su corriente mis perezas.
Te necesito, Cristo del Camino.
Entra en la casa de mi fe marchita como dueño total: que me enamore
al verte quebrantado, Cristo mío.
Poséeme por dentro hasta que alcance tu locura de amor
y fertilice el tiempo que regalas a mi vida.
Vivir es caminar: ir ascendiendo
por el sendero del amor difícil.
Es amar sin retóricas razones que soslayen las cruces ordinarias.
Es ayudar y regalar esfuerzos.
Es florecer ejemplos de oración y trabajo conjugados.
Es compartir el pan y la sonrisa.
Vivir es traspasar las nubes negras
hasta besar estrellas con la frente.
Vivir es avanzar llevando al hombro
el peso de los niños desvalidos,
de los ancianos tristes solitarios,
de los cercados por el abandono,
de los que lloran sin regar el alma,
de los hambrientos de cariño y pan,
de los que corren sin saber a dónde,
de las rosas sin ojos que las miren,
de los pájaros huérfanos sin nido…
Vivir es caminar siempre Contigo
hasta la paz perenne de tu Reino.
Te necesito, Cristo del Camino.
Llévame, mi Señor, aunque Te duela
el peso muerto de mi carne rota.