las dimensiones del ser: hemos resucitado Contigo.
Contigo, Resurrección significa ver, palpar, oír, oler, gustar.
Contigo, Resurrección es nacer, morir, revivir.
Hay una corriente de sangre cálida, cuando el frío nos envuelve.
Hay un alivio de luz intuida, cuando la noche nos circunda.
Hay tierra fértil donde sembrar la alegría.
Hay niños, doctores en tu Reino de Amor,
y palomas proclamando la hermosura de la paz: tu Paz.
Hay ese saber que nunca morirán los padres, los hermanos,
los abuelos…
los conocidos y los desconocidos,
los ciervos y las codornices…
Hay la iniciada primavera de la familia eterna.
Desde que Tú resucitaste, Señor, vale la pena el hombre
y el mundo.
Contigo, Resucitado, sabemos discernir el bien y el mal.
Recogemos acertadamente los logros científicos y artísticos
de la historia
y abrimos caminos luminosos que ayudan a crecer a los hombres
hacia el “más amor”, esto es, hacia el progreso auténtico.
Desde que Tú resucitaste, Señor,
ha dejado de estar vacía la casa del corazón.
Hay motivo para perderse amando sin cáculos:
hay motivo para que esa joven hermosa de 18 años
transplante su lozanía a la penumbra del claustro.
Hay motivo para desprenderse del territorio propio y cómodo
en vuelo a las misiones.
Hay motivo para sonreir, cuidar y extraer alegría y vida
de los ancianos lánguidos y de los enfermos.
Desde que Tú resucitaste, Señor, sabemos que no morirá
ninguna rosa, ninguna golondrina, ninguna ternura con el alma.
Tú eres la Resurrección y la Vida.
Tú eres la canción materna del Corazón de tu Madre, María.
Tú eres la mirada acogedora del Padre.
Tú eres el Gozo transformante del Espíritu Santo.
Tú eres la Iglesia Viva:
su “dulce Cristo de la tierra”, el Papa;
sus verdades dogmáticas dando sólidas certidumbres;
su caudal de Gracia Sacramental;
sus catedrales, sus templos, sus monasterios, sus ermitas…
Tú eres, Señor, el aire que nutre la Esperanza.
Tú eres la Luz: el Camino, la Verdad y la Vida.
Resucítanos en Ti, Señor: restáuranos en tu Resurrección.
Enséñanos a vivir, muriendo; a crecer, decreciendo; a encontrar, perdiendo.
Enséñanos a llevar siempre en andas la Alegría de tu Resurrección
para ser resucitados y resucitados Contigo,
porque, desde que Tú resucitaste, Señor, se acabaron los motivos de la tristeza.
Gracias, Señor, por esta libertad, por esta madurez,
por esta plenitud en Ti, Resucitado.
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!