Cuando te miro, Dios Resucitado,
salgo victorioso de las muertes que me aterran.
Resurjo, como las flores en primavera,
vigorizado por la savia de tu Resurrección.
He de acostumbrarme
a las mil muertes diarias sin pactar con el acabamiento.
Si vivo en Ti, ninguna muerte me substraerá vida.
Resurgiré de ellas
más alto,
más denso,
más concluido en el temple del amor.
Que nunca divorcie mis muertes de mis resurrecciones.
Que a cada muerte mía corresponda una resurrección mía y Tuya
Resucítame a diario,
a cada hora,
a cada segundo.
Hazme restaurador de mis hermanos rotos.
Hazme resucitador de mis hermanos muertos.
Hazme vida que crece
hacia la Vida permanente Contigo.