Tras la muerte cruel, eres semilla
que encenderá la nueva primavera.
Se yergue la esperanza de los justos
en realidad Contigo. Y en la tierra
gime tu Madre ausencia de tus ojos.
Pero vuelan sus alas teologales
a tu Resurrección definitiva.
Sola en la fe y sola en la esperanza.
El amor la recala las entrañas.
Llegará la mañana y la sorpresa
de saberte Viviente.
De ver que el mundo todo resucita
con tu Resurrección.
Las flores son verdad; verdad los astros
que alumbran huellas del Amor Eterno.
Eres la Vida, Dios, aunque tu Cuerpo,
lacerado e inerte,
duerma el sosiego de la paz ganada.