tras vender las tinieblas de la muerte.
Mi débil corazón se torna fuerte
y revive mi sangre lacerada.
Estás vivo, Señor, sobre la Nada.
Tu Vida es la Verdad y poseerte
será vivir la consumada suerte
de habitar en tu Luz resucitada.
Me das, Resucitado, la Esperanza
de saber que el Amor nunca declina,
aunque rasgue la sombra tu costado.
Erguido en Ti, mi pobre ser alcanza
el gozo que me impregna y me ilumina
para ser tu testigo enamorado.