Gracias, Jesús. Tu Cruz me parecía
el triunfo del pecado y de la muerte.
Pero vives, Señor, y se convierte
la noche del dolor en claro día.
Gracias, Amor. Mi sangre presentía
la dicha ilimitada de quererte
y estás vivo, Jesús, para encenderte
perpetuamente hogar de mi alegría.
Tu Presencia desborda mi palabra
y hasta logra, Señor, que se me abra
el corazón de cada ser Contigo.
Viviente Luz, Dador de toda vida,
nómbrame ruiseñor de amanecida,
apóstol de tu Amor, claro testigo.