29/5/23

LA VIRGEN CIELO

 






Encontrar el paraíso

en la tierra lacerada

es encontrar a la Virgen,

la Virgen Inmaculada.

 

Mirándola se diviniza

el horizonte divino.

Siguiéndola nacen flores

a la vera del camino.

 

Cuando la Virgen sonríe

se respira la pureza

del mismo Dios que se plasma

en femenina belleza.

 

Su corazón transparente

en vasija de cristal

que lleva dentro las mieles

de vivencia teologal.

 

Cuando la Virgen camina

se arrodillan las estrellas,

porque nacen otras nuevas

en el beso de sus huellas.

 

Tiene la Virgen María

sencillez de violeta

que inspira versos ocultos

al corazón del poeta.

 

Cuando se quiere a la Virgen

la Virgen paga con creces

porque el hombre fraterniza

con las aves y los peces.

 

Los teólogos aprenden

teología en sus pupilas

porque al mirarla contemplan

al mismo Dios entre lilas.

 

Los niños se hacen más blancos

arropados con su nieve

y sienten gozo de cielo

palpando su frío leve.

 

Los jóvenes se aventuran

a poblarse de rosales

para dar a la Señora

sus virtudes teologales.

 

Los maduros van tallando

familias de amor fecundo,

porque la Virgen impulsa

a santificar el mundo.

 

Y los ancianos superan

los fríos del crudo invierno

porque la Virgen enciende

su corazón a lo eterno.

 

Y es que la Virgen expresa

la más sublime hermosura

que la pluma Trinitaria

escribe en la criatura.

 

Hija del Padre querida;

Madre del Hijo entrañable;

esposa dócil y fértil

del Espíritu Impalpable.

 

María, excelso poema

que manuscribe el Amor:

su cuerpo y alma son versos

de inmaculado candor.

 

Ella, con su forma humana

da forma al Amor divino

cuando nutre con su sangre

al Hijo de Pan y Vino.

 

Ella, siempre sumergida

en la fe de confidencia,

en la esperanza más firme

y en el amor de vivencia.

 

Ella, pobreza sencilla;

castidad inmaculada

y obediencia de “Hágase

tu Palabra enamorada”.

 

Ella, doctora de labores

de la vida cotidiana.

Ella, corazón silente

que despierta la mañana.

 

Ella, Virgen sembradora

de la eterna primavera

donde florecen las flores

de la sangre misionera.

 

Ella paz, Ella silencio.

Ella luz de llama viva.

Ella, maestra de asombro

en vida contemplativa.

 

Contemplando su figura

vemos de Dios la sonrisa

porque el Espíritu Santo

nos la sopla con su brisa.

 

Venid a este cielo hermoso.

Venid a Santa María.

El mismo Dios nos invita

a gozar su cercanía.

 

No hay felicidad completa

en esta tierra marchita;

pero ensayamos el cielo

junto a la Virgen bendita.