Déjame ser el niño que se duerme
a tu sombra de Dios en el estío.
A veces, hombre solo, estoy vacío
sin misterio de amor para encenderme.
Quiero lavar mi rostro para verme
en el cauce infinito de tu río.
Es invierno, Señor, y tengo frío.
Es de noche, Señor, temo perderme.
Tú que salvaste niños con ternura
en cálida mirada y en abrazo
cuando los hombres ignoraban cumbres,
toma mi ser de barro y configura
al niño que se duerma en tu regazo
sumergido en el gozo de tu lumbre.