Madre, deseo pedirte, con matiz de reciedumbre viril,
la ternura.
Hoy se usa poco.
Nuestros criterios y palabras, malentendiendo el espíritu crítico
se han hecho mordientes.
Nuestras relaciones menosprecian la sana cortesía.
Nuestras miradas, a veces,
destilan lejanía, amargura, aspereza…
Tú eres la Madre de la ternura
porque eres fuerte, tienes el temple del amor puro.
Tu mirada entregaba el corazón.
Tu palabra alejaba las iras.
Tu gesto creaba la paz.
Madre, necesitamos tu mansedumbre y tu ternura
para cuidar nuestra salud
y para cuidar la salud de las flores y de los astros.
Viviendo tu ternura, sobrarán las armas;
fraternizaremos con los árboles y las liebres;
jugarán los niños en los parques;
dialogarán los ancianos con los jóvenes;
volverán las familias felices y los médicos felices y los barrenderos felices…
Madre, ven pronto y atráenos
desde el horizonte de tu ternura.