Perdón por atreverme a traducir tu idioma,
pero ya me rebasan tus lagos en el alma.
Tengo que hablar, fluir tu palabra en mi arroyo
aunque su carne oprima tus aguas creadoras.
Si los hombres notaran tu latido en sus venas
estaría demás mi voz desaliñada, deslavazada,
pero, mudos y ciegos, desconocen el pozo
donde arrojan su hambre como vergüenza íntima.
Ignoramos que hablas, te culpamos silencio,
mientras derramas vida, hecha seres clamando,
se pierden primaveras, se degradan espigas,
se adulteran estrellas, se cotizan desiertos…
Traduciré, Señor, aunque solo precise
una sílaba viva, de tus largos poemas.
Tal vez como semilla esta sílaba brote
el ansia de leerte en tu lengua de origen.