¿Por qué sigues, Señor, en esa espera
tu larga y dura de la Cruz erguida?
Si los hombres prefieren otra vida
¿qué te mueve a esperar de esa manera?
Sabemos que estás loco y que la hoguera
de tu locura siempre está encendida.
Pero, Señor, decide la partida
porque no es combustible nuestra espera.
Oh ¿tal vez sí? ¿Tal vez alguna estrella
caerá en el corazón con luz ardiente
cambiando nuestro hielo en vivas llamas?
Sigue, Señor, como en la tarde aquella
del Viernes Santo. Dinos mansamente
que sigues esperando y que nos amas.