19/5/23

PLEGARIA SACERDOTAL A NUESTRA SEÑORA

 



 

Señora y Madre del Amor, María:

Abro mi voz en verso confidente

para ser más sincero en la plegaria

porque mis noches, sin pensarlo, lucen

ruiseñores heridos en el alma.

 

Soy, Tú sabes, arroyo que camina

al mar azul de tu corazón eterno,

entre rocas ariscas que flagelan

mis aguas niñas y mis peces niños.

 

Desplazado en el mundo, sacerdote,

cansado, a veces, de llorar en alto,

a veces, turbio de lavar arena

adulterada con arcilla estéril,

deseo dialogar con tu sonrisa

para hacerme sonrisa caminante.

 

El siglo XX, Madre, tiene sed

se devora de sed, mientras inmola,

con éxtasis de nidos su vacío.

Los hombres, desinteresados, sin misterio

yerguen su soledad como conquista.

 

Se profanan palabras y se afilan

los colmillos deicidas del instinto.

Habita entre nosotros una plaga

de soberbia sutil que profetiza.

 

Y la virginidad que alzó tu agua,

besada por el sol enamorado,

a ser nube blanquísima y fecunda,

-Madre pura de Dios y Madre nuestra-,

se vitupera calumniosamente

como prejuicio de ignorancia arcaica.

 

El Amor está sólo, es un mendigo

sin derecho a tender su mano amiga.

Estamos solos, Madre, y ostentamos

nuestra orfandad como bandera.

 

Yo carne fraterna flagelada

por tanto viento helado del infierno

también me siento solo. Escúchame,

perdóname si mi filial palabra

se vierte dolorida y crudamente

pero sólo relato los volcanes

de sangre con su hiel.

Por eso llego a Ti, por eso vierto

mi desahogo en esta carta humilde.

He de ser fiel al vuelo que me urge.

Quiero empalmar la cal con las estrellas

quiero sembrar plegarias en los ojos,

traducir el lenguaje de los seres

que declama poemas de su mamá.

 

Tú plantaste rosales en tus venas

para rezar con pétalos de niños.

Tú anidaste jilgueros en tus bosques

para vestir primores juveniles.

Te maduraste luz en el silencio

para brotar afirmación de entrega:

Te hiciste sí de carne femenina

y, a tu forma el Amor talló su forma

-débil niño en la cuna de tus brazos-

Tú fuiste y eres plenitud de gracia,

alba de santidad, protopalabra

del cariño de Dios que se derrama.

Mujer de Luz manando de tu blanca

la exacta forma del amor materno

que Dios necesitaba para darse.

Eres tan Virgen que te entregas Madre;

eres tan Madre que Te inmolas Virgen;

eres tan fuente clara de montaña

tan sencilla de pura transparencia

que sabemos que existes por los rayos

de sol que nos sonríen tus reflejos.

 

En Ti, Madre, descanso confiado

como niño que duerme blancamente.

A tus plantas descargo mis alforjas

grávidas de suspiros fraternales.

 

Traigo niños con hambre y con los ojos

por murciélagos de cieno.

Traigo ríos de sangre juvenil

sin campanas de bronce virginal.

Traigo ceniza adulta que se hastía

de tanto vuelo sin hacer estelas.

Traigo espigas ancianas que no tienen

granos de eternidad en sus entrañas.

 

Pero los traigo a Ti, Virgen María,

primavera fecunda que derrama

milagros de ternura y de consuelo.

Los traigo en mi plegaria filialmente.

Me traigo a mí cansado, pero hijo

seguro de encontrar en Ti morada

aire gozoso que me vivifique

para seguir llamando a la esperanza,

para seguir cantando los caminos

de amor crucificado que redime

para seguir colgando las estrellas

en las noches oscuras de su alma.

 

Gracias, Madre, a tu lado como Pedro,

como Santiago, Juan, Felipe, Andrés,

gozo mi sacerdocio en las entrañas

soy palabra encendida: su Evangelio.